Hace ya algunos años, los y las que ahora vivimos en Cal Cases, tuvimos el gran sueño de ir a vivir en comunidad. Fue un sueño de muchas personas diseñado y pensado colectivamente. Cuando llegamos al lugar escogido tras una larga búsqueda, quisimos que cada una de nosotras o cada núcleo familiar tuviera un espacio individual agradable. Con los metros construidos no cabíamos todas y seguimos soñando… ¿Que te parece si construimos los espacios que nos faltan? ¿que te parece si lo hacemos nosotras mismas? ¿crees que podremos?
Así empezó…este proceso, de cambio y de empoderamiento … soñando que podíamos construir nuestras casas.
¿Pero estábamos loc@s? Dicen que para construir una casa es imprescindible un arquitecto, una aparejadora, un diseñador, una fontanera, un electricista… en resumen un montón de especialistas y profesionales … y nosotras no teníamos ninguna experiencia …
pero descubrimos que también hay otra manera de construir: autoconstruirse. Buscar dentro de una la ilusión que te lleva a formarte, crecer, escuchar, aprender de cada una de las personas que conoces y arremangarte a trabajar. Solo así, con las manos en el barro, descubres que realmente es posible hacer tu propia casita. Y sobre todo creer que puedes hacerlo…
Así pues, con esta locura en la cabeza empezamos a buscar aquí y allá, la forma de hacerlo. Fuimos a tierras Navarras, Tarraconenses, Lleidatanas, Manresanas, Geronesas .. y allí vimos lo que para nosotras fueron las primeras bioconstrucciones; de balas de paja, con tierra, arcilla, madera, piedra… Todos los elementos que en casa teníamos a nuestra disposición y además naturales. Descubrimos las casas con botas y sombrero que respiran. Allí encontramos la inspiración y ayuda para los primeros bocetos. Por ahí también nos pusimos trabajar en varias construcciones como voluntarias. Aprendimos con la cabeza pero sobre todo con las manos, trabajando codo con codo con otros y otras autoconstructoras. Aprendiendo y absorbiendo todo lo que pudiéramos de esos otros locos y locas de este mundo que crean e inventan constantemente. Realmente, para nosotras el mayor aprendizaje lo realizamos en esta faceta como voluntarios en otros lugares y en nuestro caso este proceso nos ha sido imprescindible. Además también aprendimos que el conocimiento se puede compartir gratis y que el tiempo es algo del que todos disponemos y que hay mucha gente dispuesta a ofrecértelo sin esperar nada a cambio. Toda un experiencia mas allá del sistema imperante, individualista y capitalizado.
Con todo esto, nos pusimos manos a la obra. En casa nos organizamos en grupos de trabajo: de logística, de obra, de materiales, de reciclaje, de acogida de voluntarios, etc. Todas nos pusimos en marcha, aportando donde se pudiera; ya sabíamos que una construcción conlleva mucho mas trabajo que la obra en si, y más si se quiere hacer entre tanta gente!! Hicimos una llamada de voluntarios a través de la red de casas de paja y allí aparecieron, amigas, futuros amigos aun desconocidos, familia, amigos de amigos, vecinas… un montón de gente con sed de aprender y ganas de ofrecer su esfuerzo para que este sueño se hiciera realidad. Allí nos regalaron su tiempo, su fuerza, su alegría, su conocimiento… así se han construido, entre más de 100 personas. Son 4 casitas apareadas, orientadas a sur y resguardadas en cara norte por un talud. El talud lo contuvimos con un muro de superadobe de 3 metros de alto por 22 de largo con una ondulación para mejorar la estabilidad. La estructura es de madera de pinos de nuestra finca, pelados con nuestras manos. Las paredes exteriores y divisorias entre casas están hechas con balas de paja de espelta de nuestros campos, plantada y cosechada con la ayuda de los vecinos. La pared frontal en su mayoría es acristalada para capturar al máximo el calor del sol. Los techos están aislados, en una parte con la lana de las ovejas que cada año ayudamos a esquilar a un vecino y por otra parte con balas de paja y techo verde, para devolver a la tierra ese trocito que le hemos quitado y ofrecer a la vista, a los insectos y al bosque un paisaje verde como se merece.
Otro detalle importante de esta construcción ha sido el tema del reciclaje, por un lado motivado por la economía y por otra lado motivado por el hecho de reducir nuestro impacto en este planeta. Así, las ventanas y puertas y la mayoría de los cristales los encontramos en la basura, así como algunas de la estufas de leña. Las lamparas y las estanterías de barro salen de las paredes mostrando el arte de las manos de los voluntarios y voluntarias que han pasado por casa.
Ahora, ya vivimos entre esas paredes que ofrecen un hogar agradable y caliente para nosotros. Hay veces que miras un rincón de la pared, un grifo, un enchufe o un retoque en una ventana y recuerdas aquellos ojos o aquella broma o aquella sonrisa de alguien que te preguntaba como hacerlo o que te mostraba orgullosa su trabajo y su aportación a este sueño. Un sueño que ya ha dejado de serlo pues se ha hecho realidad.
Gracias a todas y todos aquellos que pusisteis vuestras manos.